Un abanico de
hierro surca el aire hacia el oeste. Aunque la jornada está próxima acabar y el murmullo del pasillo aumenta al ritmo del
segundero, mis ojos siguen el fluir del aire que, sin éxito, intenta esparcir las varillas multicolores del abano. De repente, unas palabras brotan desde algún rincón anónimo, no conseguirás un aumento por tu esfuerzo extra, y se pierden entre la
confusión.
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