miércoles, 28 de diciembre de 2011

La visita de la rutina

Habitáis el mismo lugar pero no compartís nada. Los sentimientos están prohibidos y se miden escrupulosamente los gestos de ternura. ¿Dónde quedó la sonrisa? De una manera mecánica llegáis al lecho, ocupáis vuestro territorio, insalvable ya en distancia, y no os atrevéis a cruzarlo.

Cuando la luz se apaga, aprietas con fuerza los párpados en un vano intento de forzar un sueño que no llega y comienza la agonía que sólo el alba alivia. ¿En qué momento acabó el nosotros? Quizás un día, tras recibir la visita de la rutina, os dejasteis seducir por ella, quizás el sedoso tacto de sus labios ya no era la necesaria meta de tus cálidos dedos.

La esperanza fluye en tu mundo onírico, pero ese torrente que llega a ser río no desemboca en ningún mar; no conduce a puerto la nave donde resguardaste el corazón. Una desagradable sensación punzante dibuja un gesto de dolor en tu rostro, inspiras profundamente buscando un remedio para tu mal.

Nadie a tu alrededor comparte la terrible experiencia que sesga tu insomne noche. Nuevo intento de cerrar los ojos, sólo cuando te prometes que mañana será el último día que regalarás a quien no entiende de futuro, quien malgasta el presente mientras éste sucede ante sí, el sueño te alcanza.

domingo, 18 de diciembre de 2011

La carta

Cuando recibí tu carta ya me encontraba muy lejos, demasiado distante de la ciudad y a no sé cuántos abismos de ti, de tu corazón. Tras nuestro primer encuentro, pronto fui consciente que no había caminos que compartir, ninguna ruta que nos aproximara pero tu decisión inclinó mi voluntad hacia tu deseo. Tú buscabas que te quisieran y yo odiaba mi soledad…¡triste punto de partida! No lo pensamos demasiado, tampoco era nuestro propósito, ambos optamos por volcar toda la ilusión en aquello que habíamos puesto en marcha y que no sabíamos bien qué era y cómo llamarlo.

No tuve valor para compartir contigo mis inquietudes, mis muchas dudas…prefería esperar tu llamada y dejar que el torrente de tu voz me arrastrara a un mundo que aún me resultaba ajeno, extraño porque no terminaba por sentirme parte de él. Eras capaz de todo y más para ganar un segundo que pudieras compartir conmigo y, sin embargo, yo, que contemplaba nuestro entorno con la indiferencia de quien desconoce destino, no supe estar a la altura de tu entrega y dejé escapar a quien era capaz de amar y amarme. En cualquier caso, si ahora te escribo, es más para tranquilizar mi alma que para solicitar un perdón que no podrá librarme de una incómoda sensación de angustia.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Borrasca

Los días de lluvia salgo fuera de mi rutina, compruebo mis bolsillos para que nada me frene y no deshago equipaje sin que los primeros matices de tu esencia alcancen mi ser.

No consigo evitar que las gotas de lluvia desemboquen en mi río. Tú eras mi guía en la tormenta, el refugio al que mi vida se dirigía, final de camino y principio de ansiado amanecer. Eras alba nacida de la fusión del más vital de nuestros alientos.

Y vuelvo a la lluvia, regreso al momento en que todo ocurrió, ese lapso de tiempo que tu amor sació mi avidez de tu alma y aún con los ojos cerrados podía ver tu sonrisa, en la distancia, sentir tu piel e inundar el silencio con el timbre de tu voz.

La lluvia no se detiene, en realidad, no ha parado desde tu ocaso. Te llevaste la luz enredada en tu cabello, la alegría enlazada entre los dedos. Tu marcha desoló mi espíritu y dejó mi duelo a merced de la lluvia, por eso cuando llega la borrasca no puedo saber que empapa más mi corazón, si el agua que ella trae o la que tu adiós condujo hacia mi.