Cuando las luces se apagan, una luz mística conduce al espectador a través de las palabras y los silencios; le transporta de la eclosión de la luz al devenir de la oscuridad, combinando magistralmente una sucesión de imágenes y los fundidos en negro…
El árbol de la vida es tanto un viaje evolutivo como espiritual, la eterna búsqueda de nuestro origen y de nuestro destino, conducidos por los ojos y el corazón de un niño. No condiciona, sugiere, y lo consigue hasta un punto en que no puedes mantener templanza. Te introduces en ese particular diálogo que se establece con uno mismo y con los otros, para concluir que sólo amando se alcanza la felicidad.
La película de Malick es, en definitiva, un espectáculo visual, sonoro y lingüístico que te induce a participar en él.
Un padre viudo que no ha superado la muerte de su mujer, no ha elaborado su duelo y de una forma inconsciente aborta cualquier posibilidad de nueva relación, además de expiar un subjetivo sentimiento de culpa en la loable tarea de acompañar con la lectura a los enfermos de un hospital. Una adolescente inteligente en un cuerpo de niña que comienza a reclamar que se le trate como a un adulto. Un ácrata enclaustrado en un mundo paralelo y volcado en la carrera por cambiar el sistema. Una hija y su madre distanciadas por incompatibilidades solucionables por el amor que se profesan y que nunca se han confesado.
Ciertamente se trata de personajes quizás demasiado arquetípicos pero tratados de una forma exquisita con un acompañamiento literario y musical no exento de espiritualidad, que arropa en todo momento su particular devenir en la historia que se relata y cuyo fin nos anticipa cuando Alessandro lee una parte del precioso poema que da título a la película.
Posiblemente su final sea previsible pero no por ello menos hermoso. Si además tenemos en cuenta el panorama cinematográfico actual (al menos en provincias) resulta muy estimulante disfrutar de relatos como éste.
T'amai di quannu stavi dintra la naca,
T'addivai ducizza a muddichi a muddichi,
Silenziu d'amuri ca camini 'ntra li vini,
Nun è pussibili staccarimi di tia.
Nun chianciti no, albiri d'alivi,
Amuri e beni vengunu di luntanu,
Dilizia amata mia, sciatu di l'arma mia,
Dammi lu cori ca ti dugnu la vita.
Vacanti senza culura tengu lu senzu ,
Quanno 'na mamma si scorda a so figghiu,
Tannu mi scordu d'amari a tia,
Ti vogghu bbene picciridda mia.
Vulati acidduzzi iti ni ll'amata,
Cantantici mentri nc'è morte e vita,
Comu tuttu lu munnu esti la campagna,
Tu sì a Riggina e ju Re di Spagna.
Reflejos estoicos
conjugados entre surcos
y antiguos vestigios
grabados con tenaz sufrimiento
otrora dominante en tu historia
son ahora luminiscentes candelas
que nuevo amanecer
brindan a tu encuentro
cándido refugio de pueril inocencia
alma que desconoce mancilla
un mar de sueños te espera
despliega velas al viento
parte con premura
sin miedo al horizonte
alcanza el ansiado paraíso
destino casi olvidado
allá donde eterna ventura
surque benévola tu rostro.
Un beso siembra
jubilosa y ansiada primavera
y florece en el corazón
como campo fértil de vida
donde parir desea alegría.
Vientos hipérboles,
portadores de vigoroso fluido,
alimentan una recóndita gloria,
armonía luminosa
que brotar espera
del aliento, gozo sincero;
del vientre, océano sereno.
Tras de ti, Mar en calma, Luz regocija al universo.
Se negó a secundar férreas disciplinas, a no encarar la vida. No más coacciones ni esfuerzos sin recompensa, no más tremores ni pesadillas, no más palabras ahogadas en océanos infinitos, no más pérdidas en caminos atorados. Se negó a dilapidar ni un segundo, ni un latido del resto de su existencia, él es ahora su rumbo, su guía y su meta.
Resuelve mi sueño,
abandónate a él con dulzura,
esparciendo besos y alivios
sin mesura.
No sufra más tu alma,
por mi noche oscura,
mágicos aceites y remedios,
ungidos con ternura,
sabrán rescatar mi espíritu
hacia mañanas más seguras.
En silencio, con el alba
junto a tu sueño,
amanece mi alma
por si despierto
pudieras necesitarla.
Noble semblante, gesto sincero,
todo a tu lado es calma.
De diciembre a enero
en mi corazón te hallas
y si digo te quiero
a mi voz, un ángel acompaña…
Mi piel está regada por tus besos,
campo fértil cuidado con esmero,
fecunda tierra que espera con apresto,
mi más dulce anhelo…
cada noche en tus brazos desaparezco,
al alba parimos un mañana eterno.
Cuánto esfuerzo es necesario para combatir la sinrazón, para derribar la necedad, para acabar con la hipocresía en una época que consigue primar el tener antes que el ser, que deplora la poesía y castiga la autenticidad. Nada es gratuito, ni tan siquiera los afectos, somos islas desoladas por un huracán que recorre el mundo conocido… ya no somos capaces de albergar vida y la que resta, agoniza ante la impávida mirada de una sociedad incapaz de reaccionar ante el desastre y capaz de asumir su propio deterioro sin inmutarse. Mientras esto sucede, nos seguimos complaciendo de vivir en el primer mundo y ser libres… salir de esta tónica no está bien visto.