miércoles, 7 de diciembre de 2011

Borrasca

Los días de lluvia salgo fuera de mi rutina, compruebo mis bolsillos para que nada me frene y no deshago equipaje sin que los primeros matices de tu esencia alcancen mi ser.

No consigo evitar que las gotas de lluvia desemboquen en mi río. Tú eras mi guía en la tormenta, el refugio al que mi vida se dirigía, final de camino y principio de ansiado amanecer. Eras alba nacida de la fusión del más vital de nuestros alientos.

Y vuelvo a la lluvia, regreso al momento en que todo ocurrió, ese lapso de tiempo que tu amor sació mi avidez de tu alma y aún con los ojos cerrados podía ver tu sonrisa, en la distancia, sentir tu piel e inundar el silencio con el timbre de tu voz.

La lluvia no se detiene, en realidad, no ha parado desde tu ocaso. Te llevaste la luz enredada en tu cabello, la alegría enlazada entre los dedos. Tu marcha desoló mi espíritu y dejó mi duelo a merced de la lluvia, por eso cuando llega la borrasca no puedo saber que empapa más mi corazón, si el agua que ella trae o la que tu adiós condujo hacia mi.

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