viernes, 6 de mayo de 2011

La parada

La estancia es pequeña, impersonal y atemporal, podría haber sido cualquier otra su función pero fue elegida como parte de nuestras vidas por un curioso destino, originado sin duda en el mismo lugar que se gestó la idea de tornar verdes sus muros. ¿Es ese el color de la naturaleza tras ellos? Quizás fue nuestra esperanza en derribarlos algún día no muy lejano la responsable de tal fenómeno.

Nuestros guardianes se mueven entre nosotros, sorteando una serie de infame mobiliario que por alguna extraña razón desconocida sigue en uso, ¿es acaso una broma macabra o un pensamiento general? No teníamos previsto detener nuestros caminos en esta parada, nos vemos ligados a ella sin elección y, de la misma manera, volvemos a ella con cuidada frecuencia hasta que un día a través de la megáfonía del vehículo alguien anuncia que la parada queda anulada, al menos temporalmente...

A mi alrededor mucha resignación y rabia contenida en rostros que, como el mío, acuden periódicamente a este triste habitáculo. Todos, como digo, albergamos el secreto deseo de romper esa invisible cadena que a esta celda nos ata inexorablemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario