domingo, 26 de junio de 2011

El jardín de Xuyuan

Lago del jardín de Xuyuan
Shen es un hombre menudo, recto de espíritu y optimista. Hace unos años partió de Quanjiao hacia la vecina metrópoli de Nanjing en busca del sol pero en la gigantesca urbe los desafiantes edificios y la omnipresente contaminación no dan tregua a la luz. Shen vive una permanente existencia gris muy a su pesar.

Akame siempre ha vivido en esta ciudad. Su familia posee un pequeño negocio que regentan hace incontables generaciones. Ella es grácil y de modales pulcros, sonríe con el entusiasmo de su juventud pero hay acíbar en sus ojos.

La primavera alcanza Nanjing a través del jardín de Xuyuan, junto al lago en torno al cual todo el parque gira. Akame pasea cada tarde cerca de la orilla. En su lento deambular, su figura parece evitar el agua cuando ésta le devuelve su reflejo. Cerca de allí, el cálido movimiento de un grupo de Tai-Chi-Chuan constituye el particular indicio de que la noche se avecina. Para Shen es un momento de paz interior, sólo alterada al apercibir la presencia en la distancia de Akame. Sus miradas se cruzan con esa intención fugaz e inocente que sólo existe en antiguos relatos, originando un cataclismo en sus corazones.

Shen recoge su mochila y sorteando un arbusto que nunca antes estuvo allí, se dirige al encuentro de aquellos lánguidos ojos con la celeridad que sólo el entusiasmo proporciona. Akame, aún sonrojada, guarda discretamente su pena, y se prepara para el inminente encuentro. Cuando finalmente Shen llega a su lado, su alma ilumina el parque y, extendiendo sus brazos, le ofrece una flor de loto. Ella acepta el presente, lo toma con delicadeza mientras su corazón inicia una carrera desenfrenada contra su voluntad.

Los últimos rayos de sol sobre el lago de Xuyuan iluminan el emocionado fluido que brota desde el interior de Akame. Con quietud, Shen, aprehende su terciopelo y la conduce a través de los árboles a la tierra donde nacen las flores de loto.

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