jueves, 8 de septiembre de 2011

Laberinto de recovecos

Con calculada cordura afronto el laberinto de recovecos que encamina la jornada a su fin. Las paredes del estrecho pasillo rezuman palabras de incontables voces que por él pulularon. Soy capaz de percibirlas cuando las acaricio lentamente. La fricción de mis dedos genera una acústica que deleita mis oídos. Ana sonríe y gesticula un adiós sin parirlo. Devuelvo el saludo sin perturbar sus tímpanos.  Ha dejado de llover.

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