Cuando Christian, rey de Dinamarca, el cuarto de ese nombre, llegó a
Halmstad con sus ingenieros para fortificar la ciudad quedó sumamente
impresionado por la belleza de aquel lugar. Siguiendo la desembocadura
del río Nissan alcanzó el antiguo castillo que dificilmente se mantenía
en pie. Resultaba urgente su reforma, las tropas suecas no tardarían en
estar listas para la guerra. Allí el rey se reunió con su séquito y,
entre la distinguida sociedad que le agasajaba, se encontraba Kirsten,
la dulce hija del duque de Halland. Las reformas del slott
marchaban a buen ritmo pero el soberano ya sólo tenía ojos para la joven
doncella, juntos contemplaban la hermosa puesta de sol sobre Kattegat y
ya el sublime lazo del amor le unía sin remedio a Kirsten.
Un
lluvioso día al inicio del otoño los ingenieros holandeses que el rey
trajo consigo le comunicaron el fin de las obras de fortificación de la
ciudad... había llegado el momento de regresar a la corte, la reina Ana
le esperaba impacente ante la inminente guerra contra Suecia pero ya no
había vuelta atrás para Christian, la hija del duque pronto daría a luz y
la ruptura con la reina era inevitable.
El rey murió defendiendo
Halland junto al lago de Vapnö y, llevado a su amada Hamstald por sus
generales, falleció en brazos de su enamorada... antes de expirar cedió
tres corazones al pendón de la villa, uno por la bella Kirsten, otro por
desear que el propio descansase allí y un tercero para la ciudad que
tanto amó... son los tres corazones que aún ondean en la ciudad de
Halmstad.
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