Hace ya tres años desde nuestro encuentro, tu llegada fue tormentosa como la vida que dejaste. Tu juego manipula el destino, transforma en pesadillas los sueños y gusta de romper ilusiones. Hasta el momento de aquella desafortunada coincidencia, no llegué nunca a ser consciente de tu existencia, siempre te veía parasitar vidas ajenas y uno nunca es capaz de experimentar el dolor ajeno. ¿Qué buscabas en mí?
Reptando, así te aproximaste a mí, esperando pacientemente tu tiempo hasta encontrar el modo de vencer mi desconfianza, entonces llegó el caos. Me dejé caer en tu tentación y me sumergí en el mar de la duda, donde sólo habita la soledad.
Aún siento tu gélido aliento muy próximo a mi alma, un sutil hálito que parece generarse en mi interior y que no ha cesado de palpitar desde que llegaste. Cada vez que intento cerrar tu puerta, una duda me asalta, ¿es tu llave maestra?