Una barandilla de aluminio desafía el sol de mediodía y éste hace brillar su orgullo.
Esther se dirige con parsimonia a su vehículo ante la indiferencia del gorrilla. Detiene su paso y hurga en un bolso acarreado sin entusiasmo. ¿Dónde puse las llaves?, repite con insistencia.
El niño le mira desde una ventana y sonríe. Sus dedos menudos se mueven acompasadamente en un gesto de ternura.
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