Cuando las luces se apagan, una luz mística conduce al espectador a través de las palabras y los silencios; le transporta de la eclosión de la luz al devenir de la oscuridad, combinando magistralmente una sucesión de imágenes y los fundidos en negro…
El árbol de la vida es tanto un viaje evolutivo como espiritual, la eterna búsqueda de nuestro origen y de nuestro destino, conducidos por los ojos y el corazón de un niño. No condiciona, sugiere, y lo consigue hasta un punto en que no puedes mantener templanza. Te introduces en ese particular diálogo que se establece con uno mismo y con los otros, para concluir que sólo amando se alcanza la felicidad.
La película de Malick es, en definitiva, un espectáculo visual, sonoro y lingüístico que te induce a participar en él.
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