domingo, 25 de septiembre de 2011

Nueva York

No sin cierta desgana eligió unas prendas del vestidor. Resultar elegida entre todos los aspirantes la llenaba de orgullo, mas atravesar dos continentes sin sentir su apoyo se le antojaba como una tarea de complicada ejecución. Respiró profundamente, impregnó sus pituitarias con el etéreo aroma de él y lo añadió con delicadeza a su equipaje; sin lugar a dudas sería lo más parecido a su compañía.
El sonido de sus pasos en la cocina la devolvió a la realidad. Te prepararé unos bocadillos, le dijo con voz trémula mientras se esforzaba en disimular su enojo. Los patrocinadores ignoraron las recónditas intenciones de su corazón.

Interrumpiendo su enternecedor trabajo culinario, ella asió su mano y le llevó consigo al lugar donde sus besos florecen, donde la eterna primavera transforma los sueños en mágica realidad. Un jardín construido con sublimes deseos. Perdió su piel en la de él convirtiendo en eterno el instante y exhalando una profunda tristeza por el inminente viaje. Se acurrucó a su lado para evitar el frío del alma en las despedidas y ambos hicieron brotar un río que habría de desembocar en un reencuentro.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El árbol de la vida

Cuando las luces se apagan, una luz mística conduce al espectador a través de las palabras y los silencios; le transporta de la eclosión de la luz al devenir de la oscuridad, combinando magistralmente una sucesión de imágenes y los fundidos en negro…

El árbol de la vida es tanto un viaje evolutivo como espiritual, la eterna búsqueda de nuestro origen y de nuestro destino, conducidos por los ojos y el corazón de un niño. No condiciona, sugiere, y lo consigue hasta un punto en que no puedes mantener templanza. Te introduces en ese particular diálogo que se establece con uno mismo y con los otros, para concluir que sólo amando se alcanza la felicidad.

La película de Malick es, en definitiva, un espectáculo visual, sonoro y lingüístico que te induce a participar en él.



domingo, 18 de septiembre de 2011

8 meses y 8 días

Repaso mentalmente una interminable lista que Ernesto me hizo llegar unos días atrás por correo electrónico. Por un momento tuve la sensación de que ibamos a competir por algún premio de repostería más que a preparar una merienda informal. Definitivamente renuncié a seguir buscando la glucosa cristalizada... a la gente le cambia el gesto cuando pregunto por ella.

Ayer olvidé de nuevo avisar a Sara, intenté escribirlo en mi agenda electrónica pero, claro, para saber que hay tareas por hacer debes mirarla y esa es mi asignatura pendiente. No era distinto cuando se trataba del clásico dietario de papel. Hoy me he propuesto no acabar el día sin hablar con ella. Procuraré estar allí antes para ayudarte, conozco ya su respuesta. Toda ella es dulzura.

Suena el móvil y me apresuro a descolgar. Sí, diga, casi no acierto en el saludo. En cinco minutos te recojo, la acelerada voz de Carlos se entrecorta. ¡Las bebidas! Habíamos quedado para ir juntos a comprarlas. Nueva carrera esta vez para vestirme. ¿Dónde dejé el cinturón? Anoche fue un desastre pero ya no es una novedad, es una terrible rutina, tediosa e inevitable rutina.

Como tantas otras noches, prorrogo hasta lo indecible mi llegada al lecho. A Morfeo le cuesta extender sus brazos para acogerme y ya casi no queda nada de lo que charlar con la almohada. Con lentitud premeditada me desvisto, apago la luz y, casi mecánicamente, me reclino sobre la parte de mi cuerpo que solía vencerme el sueño y, con un profundo suspiro, repito el mismo deseo de cada fin de jornada, ¡ojalá amanezca pronto! Así comienza la pesadilla, una vigilia con extraños compañeros de viaje, la soledad, la añoranza, la tristeza... hasta que llega el alba y los dispersa.

Quiero pensar que no es tan importante y que, a diferencia de los fumadores cuando abandonan el hábito, no llevo la cuenta de mis insomnios, pero no es cierto. Hoy hace ocho meses y ocho días, es día ocho y es mi cumpleaños. No consigo encontrar el cinturón y seguro que Carlos se irá sin mí.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Ante diem

Cuando el sueño no llega hasta el inexistente rumor de la oscuridad exaspera nuestra cordura si es que ésta aún existe. De nada sirve contar ovejas cuando el pastor se despreocupó de ellas, se dispersaron en la llanura del olvido; de nada vale intentar alcanzar una calma que abandonó mi ser prematuramente, de nada sirve pensar que estás a mi lado cuando tu lugar en el colchón lo ocupa la ausencia.

Voltear a lo largo del ahora inconmensurable espacio de este lecho, deshojar mis pesadillas, penar por las palabras que pronuncié, sopesar las que ahora te escribiría si pudieras leerlas… las horas nocturnas se tornan eternas cuando no se comparten. Las horas diurnas hubieran anticipado un venturoso crepúsculo de no haber prevalecido la arrogancia de una razón petulante.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Laberinto de recovecos

Con calculada cordura afronto el laberinto de recovecos que encamina la jornada a su fin. Las paredes del estrecho pasillo rezuman palabras de incontables voces que por él pulularon. Soy capaz de percibirlas cuando las acaricio lentamente. La fricción de mis dedos genera una acústica que deleita mis oídos. Ana sonríe y gesticula un adiós sin parirlo. Devuelvo el saludo sin perturbar sus tímpanos.  Ha dejado de llover.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El sentido de su verbo

Como movido por un resorte, se desveló súbitamente en un momento indeterminado de la madrugada aún con ese prurito tan propio del despertar, más si este es brusco. Se incorporó en la cama y, sin un porqué, se dirigió al ventanal. Apenas si comenzaba a dibujarse el nuevo día, sus ojos todavía enturbiados por el repentino hallazgo, ya intuían el azul del mar frente a ellos. Al este, la linterna del faro mantenía su inexorable marcha ajena a las primeras luces del alba; al norte, la bruma comenzaba a desaparecer; al oeste, las luces del pueblo, ya muy debilitadas, agonizaban; al sur, el sentido de su verbo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Siempre se regresa

Volverás como el otoño tras el cálido verano, como los sueños cuando cae la noche, como la esperanza perdida en el caminar de la vida. Regresarás con tu mochila repleta de sensaciones, miradas y palabras, con tu ilusión y tu sonrisa. Retornarás a este rincón de nuestro mundo donde siempre he estado… esperándote.